ALHAMBRA 3D




PALACIOS NAZARITAS



GRANADA EN IMÁGENES


MUSICA EN PALACIO CARLOS V


ALHAMBRA INVISIBLE





Leyendas sobre la Alhambra
Sobre el nombre "Alhambra"
El nombre con el que se conoce este monumento, Alhambra, procede de la voz musulmana: al-Gal'a al-Hamrá, que significa "La Fortaleza Roja".
La nota curiosa viene cuando nos enteramos de que existe la certeza de que la Alhambra "se elevaba blanca y brillante"... Así pues: ¿Por qué era conocida por su color rojizo?
La razón más aceptada es la dada por el escritor Ibn Al-jatib, que cree hallar el motivo en su apresurada construcción. Debido a esta prisa, eran muchos los obreros que intervenían, y dícese que el color rojo provenía de sus hachas brillando al sol. Así mismo, por la noche se encendían fogatas para iluminar los trabajos de construcción, lo que también daba un aspecto rojizo para quien la observase desde la Vega de Granada.
Sala de los Abencerrajes
El nombre de Abencerrajes perteneció a una muy importante familia de la nobleza de la época, que tenían sus viviendas en el interior de la Alhambra.
Dice la leyenda que esta familia tenía como rival político a otra llamada Zenetes, los cuales decidieron acabar con sus oponentes mediante una conspiración...
Así, inventaron una relación amorosa entre la sultana y uno de los Abencerrajes, para conseguir despertar los celos y la ira en el sultán...
El sultán, cegado por la consternación, y en ocasión de una fiesta en la sala que lleva el nombre de la familia, hizo decapitar sobre su fuente a los 37 caballeros que llevaban el nombre de Abencerrajes.
Se cuenta que el color rojizo que aun hoy día se puede contemplar en la taza de la fuente, y en el canal que lleva su agua hasta la Fuente de los Leones, se debe a las manchas de la sangre de los caballeros asesinados...
Aunque en este caso es difícil discernir donde acaba la historia y donde empieza la leyenda...
Los azulejos de Mexuar
No se trata ésta de una leyenda, si no de un hecho históricamente demostrado.
En la puerta a la Sala de Mexuar, entrada a los Palacios Nazaríes, existía un azulejo en el que podía leerse: "Entra y pide. No temas pedir justicia, que hallarla has."
Se explica esta frase por la cualidad judicial que poseía el sultán en su época, y conocidas eran sus justas e imparciales sentencias.
El reloj de sol
Otra de las leyendas a las que se les atribuye una componente científica de gran peso es la que sigue...
La Alhambra, toda en sí, puede considerarse como un gigantesco reloj de sol. Esto se debe a que a la hora del mediodía solar todas las dependencias quedan divididas justamente por la mitad debido a la sombra.
De la misma manera que en un reloj solar se puede seguir el paso de las horas por el corrimiento de la sombra, en la Alhambra es posible hacerlo en cada una de sus estancias...
Este hecho es más fácil de observar en invierno, debido a la baja órbita del Sol.
La Silla del Moro
Más allá del Generalife (cuando se observa desde la Alhambra), puede observarse una desnuda y pelada colina que está coronada por unas ruinas.
Aún hoy día esta colina es conocida como La Silla del Moro.
Esto se debe a que, debido a una insurrección en la Ciudad de la Alhambra, el rey Boabdil (último gobernante de la Granada musulmana) tubo que buscar refugio en este monte. Fue desde allí donde se sentó tristemente a contemplar su amotinada Alhambra...
El Suspiro del Moro
Tras arrebatar el último reducto de la dominación musulmana a Boabdil, el rey moro y su séquito fueron desterrados de Granada y les fue cedido un pequeño territorio en las áridas Alpujarras, donde aguantarían aún unos años.
La caída de Granada se debió a la despreocupación de Boabdil por la defensa de Granada y su afinidad a las fiestas y al ocio. Es en el momento de la entrega de la llave de la ciudad a los Reyes Católicos, cuando Boabdil rompe a llorar, y será su propia madre quien le dirá: "No llores como mujer lo que no has sabido defender como hombre".
Camino a su destierro, Boabdil no osó girar la mirada hacia Granada, y sólo cuando estuvo a mucha distancia, sobre la colina conocida por El Suspiro del Moro se detuvo y observando por última vez su palacio... suspiró.
La Puerta de la Justicia (1)
Cuenta la leyenda que tal era la magnificencia de esta entrada a la Alhambra, que se aseguraba que no existía caballero que, montado en su cabalgadura y portando su lanza, consiguiese tocar con la punta de ésta la mano esculpida en lo alto del arco exterior...
Tan convencidos estaban de ello, que aseguraban que quien consiguiese tal proeza conquistaría el trono de la Alhambra.
Cabe tener en cuenta que esta era una leyenda muy extendida debido a la condición de "inexpugnable" de la que siempre gozó la Alhambra, y la cual hoy día nadie pone en duda.
La Puerta de la Justicia (2)
Siempre se ha hablado de la dedicación puesta en la construcción de la Alhambra, tanto en lo decorativo como en lo arquitectónico.
Se asegura que tan sumamente recia era su construcción que, aún recibiendo el ataque de mil ejércitos enemigos, jamás caería.
Así pues, el día que la llave del arco interior de la Puerta de la Justicia y la mano de su arco exterior se unan... ¡habrá llegado el fin del mundo!, pues esto significará que la Alhambra está en ruinas.
El Soldado encantado
Existió en la antigüedad un estudiante de Salamanca que durante el verano se dedicaba a viajar y, cantando al son de su guitarra, conseguía fondos para pagar sus estudios.
Llegado a Granada, y celebrando la víspera de San Juan, reparó en la presencia de un extraño soldado ataviado de lanza y armadura.
Preguntándole a éste por su identidad, el soldado dijo estar padeciendo un encantamiento desde hacía 300 años: un alfaquí musulmán le conjuró a montar guardia al tesoro de Boabdil por toda la eternidad, dándole sólo licencia para salir de aquel escondrijo una vez cada 100 años...
Preguntó el estudiante cómo podía ayudarle. El soldado le ofreció la mitad del tesoro por el custodiado si le ayudaba a romper el hechizo: se precisaba de un sacerdote en ayuno y una joven cristiana. La joven no fue difícil de hallar, pero el único cura que encontró era un obeso adorador de los manjares, por lo que mucho le costó convencerlo, y sólo con la promesa de riqueza aceptó ayudarle.
Subieron aquella noche hasta el escondite, sito en la Alhambra, portando una cesta de comida para que el párroco saciase su gula una vez acabado el trabajo. Llegado ante una torre, las piedras de su pared se abrieron a la orden del soldado, dejando al descubierto una estancia con el formidable botín...
Una vez dentro, y mientras realizaban el sortilegio, el hambriento cura se abalanzó sobre la cesta y devoró un grueso capón. De repente estudiante, muchacha y sacerdote se encontraron en el exterior de la torre y la entrada sellada... ¡el hechizo se había roto demasiado pronto!
Fue así como el soldado perdió la oportunidad de escapar de tan cruel castigo, y los demás sus sueños de riquezas. Aunque al estudiante le pesaban los bolsillos, lo que le permitió vivir en paz y amor con la bella joven cristiana...



Ocho leyendas de la Alhambra, la octava maravilla del mundo


Encumbrada en lo más alto del cerro de La Sabika, y ocupándolo en su mayor parte, se yergue soberana y monumental sobre Granada, y bajo el lema nazarí: “Sólo Alá es vencedor”, La Fortaleza Roja, la ciudad real amurallada de Alhambra.

Texto: Mariam Benitez
Fotografías: Luis Medina y a
rchivo revistaiberica.com
© revistaiberica
Muchas y variadas son las versiones sobre el nombre de esta fortificación, pues hay evidencias históricas de que “sus muros se elevaban blancos y brillantes”. La más aceptada corresponde al escritor Ibn Al-jabti, que lo atribuye a su apresurada construcción, ya que los obreros habían de trabajar de sol a sol. Así, de día sus herramientas relucían con tono rojizo por efecto de la luz del astro rey, mientras de noche la iluminación de sus antorchas producía ese mismo resultado tonal.

La Alhambra, ciudad palatina andalusí, fue declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad, junto al Generalife, por el comité de la UNESCO, el 2 de noviembre de 1984. Cinco años más tarde, se añadió a esta denominación el Albaicín, que constituye uno de los barrios antiguos de Granada. Recientemente, la Alhambra ha sido propuesta para ser nombrada una de las 7 Maravillas del Mundo, pero quedó a las puertas. Sin embargo, por su extraordinaria belleza y su estado de conservación, bien pudiera crearse, para ella, la categoría de octava maravilla.

Tan reconocida es su fama a nivel mundial, tantos viajeros la visitan al año, y tanto se ha hablado y escrito ya sobre ella, sus estancias, rincones y jardines, que hasta sus leyendas contribuyen a su grandeza.

La leyenda de El Suspiro del Moro
En el año de 1492 los Reyes Católicos conquistaron el reino de Granada. Cuenta la leyenda que, tras entregar el rey Boabdil las llaves de la ciudad a los reyes de Castilla y Aragón, cuando alcanzaba la colina así conocida, se volvió por fin y, suspirando, rompió a llorar, momento en que su madre le dijo: “Llora como mujer lo que no has sabido defender como hombre”



La leyenda de La Silla del Moro

La vida supuestamente disoluta que llevaba el rey Boabdil, al parecer dio lugar a un amotinamiento en la ciudad de Alhambra. Por este motivo, el rey tuvo que refugiarse en una apartada colina desde la que, sentado en su cima, divisaba su ciudad sublevada, que por tal razón aún hoy es así conocida.

La leyenda de El Reloj de Sol
Según cuentan, la Alhambra en su conjunto puede ser considerada un enorme reloj de sol. Esto es así ya que, al igual que con un reloj de sol podríamos seguir el transcurrir de todas las horas del día, en la ciudad granadina podemos hacerlo a través de sus estancias. Este fenómeno es especialmente evidente al mediodía, momento en que las dependencias quedan divididas por su mitad como efecto de la sombra.

La leyenda de La Puerta de la Justicia
Existen dos leyendas particularmente bellas en torno a esta puerta.
Tan grande era su magnificencia y tan ufanos se sentían de ella, que aseguraban que si existía un caballero en la Tierra que fuese capaz, estando montado en su caballo, de tocar con la punta de su lanza la mano esculpida en lo más alto de su arco exterior, conquistaría el trono de la ciudad.
Considerada por el mundo conocido como una fortaleza inexpugnable, sumamente recia en su construcción, aseveraban que no caería bajo el ataque de mil ejércitos. De este modo, el día que la mano de su arco exterior llegara a tocar la llave del arco interior de esta puerta, sería porque había llegado el fin del mundo, pues la Alhambra estaría en ruinas.

La leyenda de El Soldado Encantado
Cuentan de un estudiante salmantino que, llegado a Granada con el fin de recavar fondos para sufragar sus estudios, reparó en un anacrónico soldado, vestido con armadura y portando una lanza. Acercóse a preguntarle y éste le respondió que penaba desde 300 años ya por una maldición, lanzada por un alfaquí musulmán, que le conjuró a custodiar por toda la eternidad el tesoro de Boabdil, otorgándole licencia para salir de la estancia del botín sólo una vez cada cien años. El estudiante, interesado en su problema, y avisado de las riquezas que podría hallar en el escondrijo, le ofreció su ayuda. Debía buscar una joven cristiana y un sacerdote en ayuno para deshacer el hechizo. El joven consiguió a la primera sin esfuerzo, pero el único cura que estuvo dispuesto a acompañarle estaba aquejado de gula impenitente. A mitad de conjuro, el clérigo se abalanzó sobre los manjares que estaban preparados para el final del sortilegio, rompiendo la tregua del hechizo, y dejando dentro, de nuevo y para siempre, al soldado encantado.

La leyenda de la sala de los Abencerrajes
En esta sala, que fue alcoba del sultán y por tanto carecía de ventanas al exterior, fueron asesinados los treinta y siete caballeros de la familia Abencerrajes reunidos con ocasión de una fiesta allí celebrada. El sultán ordenó decapitarlos, cegado por lo celos, insuflados por los caballeros de una familia rival, los Zenetes, que inventaron una historia de amor entre uno de los Abencerrajes y la sultana. Se cuenta que el color rojizo que aún se observa en la taza existente en esta sala, y el canal que lleva su agua hasta la Fuente de los Leones, se debe a la sangre derramada en aquella fecha.

La leyenda de los azulejos de Mexuar
Es ésta la sala más antigua del palacio. El sultán se situaba en ella, dentro de una cámara elevada, oculta por celosías, con el fin de escuchar sin ser visto. Desde allí prestaba audiencia e impartía justicia. Es un hecho históricamente comprobado que el sultán tenía en la época cualidad judicial, y sus sentencias eran conocidas por ecuánimes e imparciales. En su puerta, anunciando su razón de ser, había un azulejo con un cartel que rezaba: “Entra y pide. No temas pedir justicia, que hallarla has”.


La Torre de Comares

El lector tiene ya un croquis del interior de la Alhambra, pero acaso deseará que le demos una idea general de sus contornos.

Una mañana serena y apacible, cuando el sol no calentaba aún con la fuerza que hubiera podido hacer desaparecer la frescura de la noche, decidimos subir a lo alto de la Torre de Comares, para desde allí contemplar a vista de pájaro el panorama de Granada y sus alrededores.

Ven, benévolo lector y compañero, y sigue nuestros pasos por este vestíbulo adornado de ricas tracerías que conduce al Salón de Embajadores. No entraremos en él, sino que torceremos hacia la izquierda por una puertecilla que da a las murallas. ¡Ten mucho cuidado!, porque hay violentos escalones en caracol, y casi a oscuras; sin embargo, por esta angosta y sombría escalera redonda han subido a menudo los orgullosos monarcas y las reinas de Granada hasta la coronación de la torre, para ver la aproximación de las tropas cristianas o para contemplar las batallas en la vega. Al poco rato nos encontraremos en el adarve; y, después de tomar alientos por unos breves instantes, gozaremos contemplando el espléndido panorama de la ciudad y de sus alrededores; por un lado verás ásperas rocas, verdes valles y fértiles llanuras; por el otro, algún castillo, la catedral y torres moriscas, cúpulas góticas, desmoronadas ruinas y frondosas alamedas. Aproximémonos al muro e inclinemos nuestra vista hacia abajo. Mira: por este lado se nos presenta el plano entero de la Alhambra, y, descubierto ante nuestros ojos, el interior de sus patios y jardines. Al pie de la torre se ve el Patio de la Alberca, con su gran estanque o vivero rodeado de flores; un poco más allá, el Patio de los Leones, con su famosa fuente y con sus transparentes arcos moriscos; en el centro del alcázar, el pequeño Jardín de Lindaraja, sepultado en medio del edificio, poblado de rosales y limoneros matizados de verde esmeralda.

Esta línea de muralla, salpicada de torres cuadradas edificadas alrededor en la misma cima de la colina, es el lindero exterior de la fortaleza. Como verás, algunas de estas torres encuéntranse ya en ruinas, y entre sus desmoronados fragmentos han arraigado cepas, higueras y álamos blancos.

Miremos ahora por el lado septentrional de la torre. Descúbrese una sima vertiginosa; los cimientos se elevan entre los arbustos de la escarpada falda de la colina. Fíjate en aquella larga hendidura del espeso murallón: indica que esta torre ha sido cuarteada por alguno de los terremotos que de vez en cuando han consternado a Granada, y que, tarde o temprano, reducirán este vetusto alcázar a un simple montón de ruinas. El profundo y angosto valle que se extiende debajo de nosotros, y que poco a poco se abre paso entre montañas, es el Valle del Darro; contempla el manso río cómo se desliza bajo embovedados puentes y entre huertos y floridos cármenes. Éste es el río famoso desde tiempos antiguos por sus auríferas arenas, de las que, por medio del lavado, se extrae con frecuencia el preciado metal. Algunos de estos blancos cármenes que lucen por aquí y por allá entre árboles y viñedos eran campestres retiros de los moros, donde iban a gozar del fresco de sus jardines.

Aquel aéreo alcázar con sus esbeltas y elevadas torres y largas arcadas que se extienden en lo alto de aquella montaña entre frondosos árboles y vistosos jardines, es el Generalife, elevado palacio de verano de los reyes moros, en el cual se refugiaban en los meses del estío para disfrutar de aires aún más puros y deliciosos que los de la Alhambra. En la árida cumbre de aquella alta colina verás sobresalir unas informes ruinas: es la Silla del Moro, llamada así por haber servido de refugio al infortunado Boabdil, durante el tiempo de una insurrección, y desde la que, sentado, contemplaba tristemente el interior de su rebelada ciudad.

Un placentero ruido de agua se oye de vez en cuando por el valle: es el acueducto del cercano molino morisco, situado junto al pie de la colina. El paseo de árboles de más allá es la Alameda de la Carrera del Darro, paseo frecuentado por las tardes y lugar de cita de los amantes en las noches de verano, y en el cual se oye la guitarra a las altas horas, tañida en los escaños que adornan el paseo. Ahora no hay más que unos cuantos pacíficos frailes que se sientan allí y un grupo de aguadores camino de la Fuente del Avellano.

¿Te has sobrecogido? Es una lechuza que hemos espantado de su nido. Esta antigua torre es un fecundo criadero de pájaros errantes; las golondrinas y los aviones anidan en las grietas y hendiduras y revolotean durante todo el día, mientras que por la noche, cuando todas las aves buscan el descanso, el agorero búho sale de su escondrijo y lanza sus lúgubres graznidos por entre las murallas. ¡Mira cómo los gavilanes que hemos echado fuera del nido pasan rastreando por debajo de nosotros, deslizándose entre las copas de los árboles y girando por encima de las ruinas que dominan el Generalife!

Dejemos este lado de la torre y volvamos la vista hacia poniente. Mira por allá, muy lejos, una cadena de montañas limítrofes de la vega: es la antigua barrera entre la Granada musulmana y el país de los cristianos. En sus alturas divisarás todavía fuertes ciudadelas, cuyas negruzcas murallas y torreones parecen formar una sola pieza con la dura roca sobre la que están enclavadas, y tal cual solitaria atalaya erigida en algún elevado paraje, dominando, como en otros tiempos, desde el firmamento los valles de uno y otro lado. Por uno de esos desfiladeros, conocidos vulgarmente por el Paso de Lope, fue por donde el ejército cristiano descendió hasta la vega. Por los alrededores de aquella lejana, pardusca y árida montaña, casi aislada, cuya maciza roca se dilata hasta el seno de la llanura, fue por donde los invasores escuadrones se lanzaron a campo raso, con flotantes banderas y al estrépito de timbales y de trompetas. ¡Cuánto ha cambiado el cuadro! En lugar de la brillante cota del armado guerrero vemos ahora el pacífico grupo de cansados arrieros caminando lentamente a lo largo de las veredas de las montañas. Detrás de este promontorio hállase el memorable Puente de Pinos, renombrado por una sangrienta batalla entre moros y cristianos, y mucho más famoso todavía por ser aquél el sitio en que Colón fue alcanzado y llamado por el emisario de la reina Isabel, precisamente cuando partía desesperado el navegante para anunciar su proyecto de descubrimiento a la corte de Francia.

Ve aquel otro lugar, célebre también en la historia del descubridor aquella lejana línea de murallas y torreones iluminados descubridor: aquella el sol saliente en el mismo centro de la vega; es la ciudad de Santafé, fundada por los Católicos Reyes durante el sitio de Granada, después que un incendio devoró su campamento. Éste es aquel mismo Real donde Colón fue llamado por la heroica princesa, y dentro del cual se ultimó el tratado que dio lugar al descubrimiento del Nuevo Mundo.

Por este lado, hacia el Mediodía, la vista se extasía con las exuberantes bellezas de la vega: la floreciente feracidad de arboledas y jardines e innumerables huertas, por donde se extiende caprichosamente el Genil como una cinta de plata, acrecentándose por multitudes de arroyos encauzados en viejas acequias moriscas, que mantienen la campiña en un perpetuo verdor; por aquella otra parte, los placenteros bosques, cármenes y casas de campo, por las que los moros lucharon con desesperado valor; las alquerías y casitas, por último, habitadas al presente por campesinos, en las cuales se conservan vestigios de arabescos y de otros delicados adornos, que demuestran haber sido moradas suntuosas y elegantes.

Más allá de la fértil llanura de la vega verás hacia el sur una cadena de áridos cerros, por las cuales marcha lentamente una soberbia recua de mulos. En lo alto de una de estas colinas fue donde el infortunado Boabdil dirigió su última mirada a Granada, lanzando un profundo ¡ay! de su alma dolorida: es el famoso sitio apellidado El Suspiro del Moro en los romances y leyendas.

Levanta ahora tus ojos hacia la nevada cumbre de aquella lejana cordillera que brilla como una nube de verano sobre el azulado firmamento: es la Sierra Nevada, orgullo y delicias de Granada, origen de sus frescas brisas y perpetua vegetación, y de sus amenísimas fuentes y perennes manantiales. Ésta es la gloriosa cadena de montañas que da a Granada esa combinación de delicias tan rara en las ciudades meridionales: la fresca vegetación y templados aires de un clima septentrional con el vivificante ardor del sol de los trópicos y el claro azul del cielo del Mediodía. Éste es el aéreo tesoro de nieve que, derritiéndose en proporción con el aumento de temperatura del estío, deja correr arroyos y riachuelos por todos los valles y gargantas de las Alpujarras, difundiendo vegetación, fertilidad y hermosa verdura de esmeralda por una prolongada cadena de numerosos y encantadores valles.

Estas sierras pueden llamarse con razón la gloria de Granada. Dominan toda la extensión de Andalucía y se divisan desde distintas regiones. El mulatero las saluda, contemplando sus nevados picos, desde la caliginosa superficie del llano; y el marinero español, desde el puente de su barco, lejos, muy lejos, allá en el seno del azul Mediterráneo, las mira atentamente y piensa melancólico en su gentil Granada, mientras que canta en voz baja algún antiguo romance morisco.

Basta ya... El sol aparece por encima de las montañas y lanza sus vívidos resplandores sobre nuestra cabeza. Ya el suelo de la torre arde bajo nuestros pies; abandonémosla, y bajemos a refrescarnos bajo las galerías contiguas a la fuente de los Leones.


http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/90251735431269485732457/index.htm

Categories